Soy afortunada, me dedico a un oficio con el que disfruto y aprendo; que me hace FELIZ. Soy quien soy en parte por ello, por ellos.
Ellos me enseñan a amar sin la constante contradicción del pensamiento; aman sin más y sin menos. Se ríen cuando todo se pone serio. Simplifican el mundo que hacemos complejo. Bailan, gritan, lloran, perdonan, dan sin ton y con mucho son abrazos y besos. Les brillan los ojos porque tienen la medida cogida al miedo, porque se dejan impresionar, porque saben que no hay realidad sin sueños…
Demuestran el firme supuesto de que no hay sujeto, acción o cualidad más emocionante, pura y relativa que la VIDA. Que en este enredo hay que portarse bien, no hacer trampas, ser curiosos y traviesos. Que a lo que jugamos los adultos es a otra cosa, que la vida, la de verdad, es otro juego.
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